domingo, 18 de marzo de 2012

Crítica en Arte en Buenos Aires de Héctor Alvarez Castillo

En la actualidad, dar a la escena Las de Barrancoes un desafío para la dirección y los actores que la acompañan. Asoma el inconveniente de pensar y exhibir un mundo que ya no es. La obra está escrita para otra sociedad, por más esfuerzos o vueltas que se puedan dar en su puesta e interpretación. Vemos personajes que reviven estereotipos de otra época, de un orden social que sabemos que alguna vez fue así, pero que hoy está poderosamente lejos del nuestro. No sólo nos separa un siglo de aquellos días, nos distancia un concierto de valores y conductas.
Cada momento histórico engendra sus propios dramas, entonces lo que expresa Las de Barranco: ¿hasta dónde nos conmueve? ¿Hasta dónde un teatro que no nos habla acerca de lo que nos concierne ni de lo que somos, atrae su representación? El riesgo de quedar fuera de foco del interés de los espectadores, es el mayor reto de esta iniciativa.
Existe la atracción del humor, que entendemos es lo que sale airoso de la pieza en la comparación con el contenido dramático que de alguna manera la constituye con prioridad de otros elementos. Hablo del humor recreado mediante la voz, el vértigo escénico y el trabajo físico de los actores, que crea un lazo constante con el público ante este texto de 1908. Desde su estreno en ese año, por la compañía de Orfilia Rico, en el Teatro Moderno de la ciudad de Buenos Aires, Las de Barranco ha sido una pieza esencial del teatro argentino que surge de temas que hacen al ambiente y a la sensibilidad de los espectadores. A diferencia de otros textos, en algún aspecto atemporales, esta obra está unida entrañablemente a su época. Esto sin que se entienda que se condena a la no representación a creaciones de periodos anteriores. 

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